miércoles, 16 de marzo de 2016

Capítulo 13: Perdamos la calma después (Gabrielle)

Me dirigí con prisa hasta mi habitación. ¿Por que había tenido la falsa ilusión de que Evan podría comprender por lo que estaba pasando? Y encima, Trent, el líder de los Cristalinos, que debería comprender lo difícil que es dirigir un reino con 17 años, no quería cooperar y poner su ejército a trabajar.
-¡Felicia! ¡Voy a morir de ansiedad antes de cumplir la mayoría de edad! -grité al entrar a mi habitación. Me quité el vestido blanco con una facilidad inmensa y me puse mi pijama de verano.
-Felicia, su dama de compañía, no está, Gobernadora -me giré al oír la voz masculina de Trent en mi cuarto.
-¡Qué se cree que está haciendo! ¡Debería sentirse desmesuradamente azorado! ¡Colarse de forma tan indiscreta en…! -empecé a gritarle-. ¡Y encima se ha quedado usted callado hasta haberme visto en paños menores!
-Le aseguro, Gobernadora, que no me atrae lo más mínimo el cuerpo de una chiquilla de 17 años, de hecho, vuestra desnudez me es indiferente -dijo él alzando una ceja.
-Viene a mi habitación, me ve en ropa interior, me insulta… Espero que tenga usted una muy buena razón para ello -dije tapándome con una bata.
-La tengo. Vos sabéis que no puedo mandar a mi pueblo a la guerra. No creo que las supuestas acciones del Reino de la Fragua sean correctas. Es más, creo que se pueden considerar una traición. Pero ellos poseen una gran fuerza y, sinceramente Gobernadora, puedo defender vuestro reino pero no puedo ganar una guerra -dijo Trent de repente más relajado.
-¿Y qué hago? ¡Es la única opción! Mi pueblo me pide venganza y, si no se la doy, la tomarán ellos por su cuenta. ¿Qué otra cosa puedo hacer? -dije sentándome en mi cama y conteniendo las lágrimas. No me había dado cuenta de las ganas que tenía de llorar hasta ese momento.
-No lo sé, pero creo que está subestimando a su pueblo. Su gente no es vengativa y entenderán cualquier opción que les plantee. De verdad que me gustaría ayudaros -expuso él al mismo tiempo que yo empezaba a sollozar avergonzada-. Oh, por favor, no lloréis. Nunca sé qué hacer cuando una persona llora. ¿Qué os parece si abrimos una investigación? A lo mejor podemos aclarar lo ocurrido. Doblaré la vigilancia en las Cumbres y encontraremos a los culpables del ataque -dijo Trent sentándose a mi lado y rodeándome con los hombros. ¿Estaba intentando consolarme?
-Puede que tenga razón. Podemos intentar calmar los humos y que el Reino de la Fragua no quiera luchar. Pero también podemos hacer que sientan vergüenza de sus líderes -dije alejándome un poco de él.
-¡Claro! Veis, no os ha pasado nada. Yo le ayudaré, lo juro -me tranquilizó Trent-. Siento de veras por lo que está pasando. Un niña de su edad no debería pasar por esas cosas.
-No soy ninguna niña, empecé a gobernar con quince años, dos menos que tú, creo recordar, y mi reino prospera como nunca. Los  índices de felicidad han ascendido dos puntos desde que yo dirijo el País del Papel, todo mi pueblo me adora -dije mirándolo directamente.
Durante unos segundos pude sentir una parte de Trent que no me esperaba. Como la de un padre. Como si mirara a la inocencia a la cara y deseara protegerla.
-No deberíais negar mi ayuda, creedme cuando digo que a veces es bueno tener aliados. A veces es, incluso, muy bueno -replicó Trent con desdén.
-Yo no rechazo vuestra ayuda, eso lo sabéis, es solo que…No penseis que soy inofensiva simplemente porque lo parezca -dije.
Trent se levantó de mi cama y se acercó a la puerta, abriéndola ligeramente.
-Estimada Gabrielle, no parecéis inofensiva. Parecéis una mujer hermosa y decidida que sabe perfectamente lo que hace. Vuestro pueblo os adora por ello -dijo Trent saliendo de la habitación.
Me tumbé en la cama y decidí esperar a Felicia durante un rato. Quería decirle que Trent era justo el tipo de hombre que ella creía, Felicia era tan intuitiva que siempre acertaba. 
-¡No puede ser en serio! ¿Es lo que han visto mis ojos? Llevo unos ocho minutos esperando a que alguien me abra la puerta de tu habitación y, de repente, sale por tu puerta ese bombón de las Cumbres de Cristal y de la impresión ¡me he caído encima de él! ¡Qué vergüenza! Qué pensará… Es incluso más guapo de cerca. El chico me ha ayudado a levantarme y ¡me ha sonreído! ¡A mí! -dijo Felicia entrando en mi habitación y tumbándose de golpe a mi lado en la cama-. A mí... Oh Dios, es tan…¿Me he enamorado? Oh, mi madre, ¿me he enamorado?
-Feli, te sorprenderá lo que te voy  a decir, pero creo recordar que no has hablado con él en tu vida. Es prácticamente imposible que te hayas enamorado de él -contesté mirándola con diversión. Felicia era la mejor persona que había conocido jamás y, sin duda alguna, la más divertida. Sus ojos azules me miraron con impotencia.
-Acabas de romper los principios de cualquier princesa de cuento. Técnicamente puedo enamorarme de quien yo quiera. Puedo enamorarme de Trent, de cualquier guardia, de cualquier chico del Palacio de las Letras y de cualquier chica, podría enamorarme de Evan… -Felicia me miró con una sonrisa de suficiencia.
-Ni me lo menciones, el muy estúpido se puso en mi contra en la reunión. Luego, me siguió cuando me fui de allí cabreadísima y ni se molestó en animarme. ¡Se puso a defender a Trent! Lo odio -dije levantándome de la cama y empezando a pasearme por la habitación.
-Pues él a ti no -dijo Felicia con diversión. Paré de pasear de golpe y la miré con los ojos abiertos. ¿Qué había dicho?-. Vino a preguntarme por tu estado de salud y estaba tan nervioso... claramente me preguntaba por otra cosa, sus ojitos verdes me miraban como si fuera a salir corriendo.
Me tumbé en la cama de nuevo y solté un largo suspiro. Él había preguntado sobre mí. Había pensado en mí. Sin embargo, había algo que no me cuadraba en ese chico.
-¿Qué has dicho? ¿Verdes? Sus ojos son azules. En el país del Papel es muy raro que alguien tenga los ojos verdes -dije con extrañeza.
-No, sus ojos son verdes, de un verde muy profundo… Sí, son claramente verdes. Estoy segura, porque, como a ti, me extrañó mucho -me contestó Felicia.
La miré con incredulidad. Ella jamás me mentiría de esa forma. ¿Estaría diciendo la verdad?
-Ya, claro, Feli, sus ojos... En fin… Tú siempre te fijas justo en los ojos de las personas -dije alzando una ceja. Si Feli en lo primero que se fijaba era en los ojos de un chico, yo me dedicaba a mirar… Dejémoslo ahí.
-¡Hey! Siempre piensas lo peor de mí. Yo en cambio estaba pensando en lo genial que Trent luce su ropa. Voy a pedirle una cita -me dijo Felicia con ilusión.
-Feli… Te saca, unos cuatro años. Mejor espera un poco a que se acostumbre a que revolotees a su alrededor -contesté con tristeza. Felicia no estaba acostumbrada a que le dieran calabazas y yo tenía ciertas sospechas sobre el poco interés que tenía Trent con respecto al atractivo físico que pudiera tener cualquier chica de mi edad. ¿Cuáles habían sido sus palabras exactas? Ah, sí: “No me atrae lo más mínimo el cuerpo de una chiquilla de diecisiete años, vuestra desnudez me es indiferente.”
-Tú lo has dicho, solo cuatro años. ¿Te acuerdas de aquella vez que salí con nuestro profesor de Informática y Programación? Cuánto me sacaba ese hombre… ¿Siete años? ¿Ocho? -dijo Felicia con diversión.
-Ni me lo recuerdes, te comportaste como un bebé los meses que duró esa relación -contesté. En el País del Papel la mayoría de edad se alcanzaba a los dieciocho años, sin embargo, estaban permitidas legalmente relaciones con personas que pudieran sacarte de uno a diez años (a menos que tú o tus padres denunciaran), igual que la homosexualidad era absolutamente respetada no como en algún que otro reino de bárbaros...
-Ya… Es que era muy guapo y… Luego me dijo que me amaba después de un mes y me harté de él -añadió Felicia. 
-Te hartaste de él… Eso suena muy a ti. Deberíamos hacer algo, Feli. Algo tú y yo. En serio, echo de menos salir y despreocuparme un rato -lo cierto es que no recordaba la última vez que había salido del Palacio de las Letras, y necesitaba, con todo lo que estaba pasando, salir con Feli e intentar olvidar cualquier preocupación. 
-¿Algo juntas? ¿Tipo pintarnos las uñas o tipo entrar en un coma etílico? ¡Voto por lo segundo! -dijo Felicia dando saltitos.
-No, me niego. Yo digo que vayamos de tiendas. Visitar a nuestras familias… Con todo lo que está pasando... Mis padres deben querer matarme, y mi hermano acabará haciéndose con mi habitación como no vaya al menos una vez al mes -sonreí. 
-Yo no me hablo con Alisei. No pienso ir a su casa -dijo Felicia.
Alisei era la madre de Felicia. Pero no había demostrado ser muy buena madre, y Felicia la odiaba por ello. Durante toda la vida de Felicia había pasado de ella y había tenido un novio tras otro. Pero cuando Felicia entró en el Palacio de las Letras intentó aprovecharse de ello.
-Alisei… Es tu madre, Felicia. No puedes culparla toda la vida. Deberias de ir a hablar con ella… Al fin y al cabo no sabes que podría pasarle.
-Por mí, la muy… Puede irse por donde sopla el viento -dijo Feli arrugando el ceño-. Ven. Vamos de tiendas. Lo más probable es acabe consiguiendo más pintalabios para mi colección.
Me levanté con ella de la cama, me cambié lo más rápido que pude (no estaba acostumbrada a ponerme vaqueros) y salimos por la puerta. Tendría que manejar un país después, pero ahora tocaba vivir un poco y quería brillos de labios con sabor a fresa.

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