miércoles, 23 de marzo de 2016

Capítulo 14: Leyendas, mitos e historias de los tres reinos (Evan)

           Hubiera podido seguir durmiendo de no ser por el rayo de sol que me daba directamente en mis ojos cerrados. Mientras los abría poco a poco la luz incidió en mis pupilas dejándome ciego momentáneamente. Me tapé la cara con el brazo y con un gruñido me giré y me apoyé en mi otro costado, evitando el sol. Después de cinco minutos decidí que ya era hora de levantarme. Respiré hondo y conseguí sentarme en la cama. Odio las mañanas. Odio tener que levantarme de la cama y enfrentarme al mundo. Ojalá los habitantes del País del Papel inventasen alguna forma para poder fusionarme con mi cama, pero mientras lo investigan tendré que conformarme con levantarme cada día de la cama. Medio dormido y caminando a trompicones me acerqué al armario y me cambié. Y, después de un par de últimos bostezos, salí de la habitación dejando la cama sin hacer.
        Ese día era domingo, lo que significaba que no había clase y que tenía toda la libertad para ir a mi aire. Así que esas veinticuatro horas las iba a invertir en buscar la reliquia. Lo primero que haría sería pasearme por los pasillos en busca de alguna puerta o pasadizo secreto (sí, esto es lo que pasaba cuando leías muchos libros de misterio).
       Anduve por el ala de las clases donde seguramente ahora estarían los alumnos que quisieran repasar algún tema entre los que estaban allí o aclarar dudas. Eso mismo debería estar haciendo yo si me tomase las clases en serio pero las biomoléculas, el código binario y el primer gobernador del País del Papel era lo último que me importaba ahora.
       Mientras estaba recorriendo los pasillos, la carta que me envió mi familia me vino a la cabeza. Aún no les había contestado, no porque no quisiera sino porque no sabía qué les iba a decir, sobretodo a Eris. ¿Cómo le iba a contar nada sin que mis padres lo leyesen antes? En mi casa solo teníamos una caja entrada y cada vez que recibíamos una carta mis hermanos y yo, mis padres lo sabían. Una opción era mandársela por urgente pero solo tengo tres hojas de elpur (que era lo que necesitaba para hacer mi carta urgente y que apareciese en su mano) y tenía que reservarlas por si surgía algún problema (más). Tenía que contarle tantas cosas… Quería que ella tuviese las verdaderas noticias sobre mí, no las oficiales. Eris es la hermana con la que mejor me llevo de todos, sin ella me habría metido en más de una docena de problemas y seguramente me habrían denegado la entrada a la Mesa de Fuego. Quería que me diese consejo sobre qué hacer con todo esto.
       Estaba aún con mi mente en las nubes cuando me di cuenta de dónde estaba. El pasillo estaba muy iluminado gracias al gran ventanal que había al final de este y parecía que estuvieran cubiertas de oro. La última puerta de ese pasillo era la biblioteca, la curiosidad y el ansia de ver miles de libros me venció y entré dentro.
     Abrí la vieja puerta de madera y me encontré con una habitación muy amplia, con techos increíblemente altos, alfombras desgastadas sobre el suelo de parquet, sillones y sofás para leer... En una esquina, pegado a la pared, había un mostrador con un bibliotecario que parecía muy concentrado en los papeles sobre los que se estaba inclinado. Rodeando toda esta “sala” estaban las estanterías. No mentiría si dijese que eran el triple de mi altura. Todos los estantes estaban llenos de libros, ordenados según su tema, apretujados unos contra otros y sorprendentemente limpios, lo que indicaba que la biblioteca se utilizaba y cuidaba mucho.
      Me adentré en el mundo de los libros y me paseé por los pasillos con la cabeza levantada, admirando ese precioso paisaje. Después de un rato perdido por las estanterías, me encontré con otra sala tan parecida a la que vi cuando entré que me pregunté si había dado la vuelta sin darme cuenta. Supe que no cuando no vi el mostrador. Además, en esa sala había alguien. Tenía el pelo corto de un color platino muy interesante, vestido con una camiseta gris, estaba sumergido en la lectura de un libro de grosura considerable. Estaba de espaldas a mí pero pude ver que en su mano derecha tenía un lápiz y, debajo de esta, una hoja con algunos apuntes. Era un estudiante, aunque no me sonaba haberlo visto antes pero la verdad es que yo no había estado lo más sociable que podría haber sido. No me entretuve más y me volví hacia las estanterías.
        Al rato de estar merodeando por la gran biblioteca, se me ocurrió que podría investigar en algunos libros para ver si encontraba algo interesante sobre las reliquias y la antigua guerra de antes del Acuerdo Puro. Me acerqué al área de historia y empecé a buscar algún libro de título interesante. Mi mirada se paseó por los estantes: de arriba a abajo, de derecha a izquierda. Hasta un libro de lomo de terciopelo rojo y tapa marrón, imitando a la madera, consiguió que me quedase parado ante él: Leyendas, mitos e historias de los tres reinos escrito anónimamente. Lo saqué con sumo cuidado de la estantería, temiendo que si hacía algún movimiento brusco se derrumbara todo ese edificio de libros. Acaricié la tapa como siempre hago con cada libro que tengo intención de leer y me dirigí hacia una mesa de la sala de antes, en la que estaba el estudiante. Me senté un par de mesas apartado de él y comencé a leer.
         El libro comenzaba con toda clase de leyendas recopiladas de los tres reinos sobre su perspectiva de la guerra y su visión de los demás países, poniendo siempre el propio como el más amable, honesto y honrado. Todo se narraba a través de historias de guerreros y guerreras que lucharon con valentía, murieron en el campo y con su bravura inspiraron a miles de caballeros y damas que, gracias a su ingenio, lograron salvar a su amante, su familia o al reino entero. Incluso se contaban pasajes de campesinos que, empleando la habilidad que tenían con la agricultura, conseguían derrotar al malvado señor feudal que les tenía esclavizados. Cientos de historias, con cientos de variaciones, pero con el mismo contenido.
            Los mitos eran más fantásticos. Más o menos todos se hacían la misma pregunta: si existen los dragones, ¿por qué no los unicornios? ¿O hadas? ¿O gente diminuta que nos ayude en nuestros quehaceres y vida diaria? Contaban cuentos acerca de que hace muchísimos años existieron todas estas criaturas y más, pero llegó un día en el que se extinguieron. Las razones variaban según de qué reino procediese el mito. En algunos era culpa de los dragones, en otros de la avaricia de algunas personas y en unos cuantos fue la gandulería.
         Pero llegó el turno de la historia y la cosa cambió. Ahora aparecían fechas exactas, nombres completos y lugares que existen o que existieron. El libro contaba cómo fue la guerra entre los reinos antes del Acuerdo Puro, cómo algunos aristócratas cercanos a los gobernadores intentaron mediar entre los reinos sin ningún resultado. Relataba las horribles historias que habían sucedido durante ese largo periodo de tiempo y encontré algo que me dejó de una sola pieza: en el Reino de la Fragua hubo una masacre que acabó con un cuarto de nuestra población… Se produjo a causa de los dragones que, según ponía, no estaban controlados por los draacars ya que varios miembros de las familias draacars murieron y no tenía sentido que se atacasen a ellos mismos.
        Me quedé mirando la página, sin terminar de creérmelo. Releí el capítulo entero para ver si había entendido mal o me había saltado alguna parte, pero no. Decidí que no quería saber más: ya tenía suficiente en qué pensar. Me levanté, devolví el libro a su sitio y me fui de la biblioteca con el ceño fruncido y la cabeza dándome vueltas.
       Cuando salí me dije a mí mismo que podía aplazar un poco la búsqueda de la reliquia (me inventaría alguna excusa para que me dejasen más tiempo sin que me presionasen) y me dirigí a mi habitación con la intención de escribirle una carta urgente a Eris. Tenía que desahogarme y ella desde siempre había sabido escucharme. Me encerré en mi cuarto y no salí hasta que el sol se puso.

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