miércoles, 11 de mayo de 2016

Capítulo 19: Cómo conseguir información de una panda de gorilas (Gabrielle)

    El castillo-fortaleza del reino de la Fragua era, como mínimo, intimidante. Era una masa de piedra gris y fría sin ningún tipo de innovación arquitectónica. En invierno, dentro del castillo, debía de hacer incluso más frío que fuera. 
    La gente vestía mal, muy mal. Como si no supieran que existían más telas en el mundo que un pana hosca y mugrienta. Olía raro, como a leña y a… algo que era lo contrario de lejía. Trent y yo tocamos las enormes puertas de madera. Estas se abrieron con un fuerte chirrido y salió un hombre que como mínimo me sacaba cuatro cabezas.
      -¿Quiénes sois? -su voz era ronca y tan aburrida como todo en el Reino de la Fragua.
     -Tenemos una audiencia con los draacars. Somos los líderes del Reino del Cristal y del País del Papel -contestó Trent. Me reí disimuladamente, la voz de Trent había sonado especialmente aguda.
    -¿País del Papel? Aquí no son bienvenidos líderes papeluchos, la chica del Reino del Cristal puede pasar -contestó el hombre en un tono despectivo.
    -En realidad, señor, yo soy la Gobernadora del País del Papel. Y si nos disculpa, tenemos una  audiencia. Usted no tiene los ojos verdes, así que no es un  draacar y por lo tanto no puede prohibirnos la entrada. Un placer -dije apartando al enorme hombre gigante de la entrada.
     Cuando Trent y yo conseguimos pasar, el hombre nos guió a regañadientes hasta la sala de reunión de los draacars. Los pasillos del castillo eran tan fríos como me los había imaginado. Sin embargo, los cuadros que había colgados eran preciosos. Me había pasado el último año dando clase de arte y lo cierto es que, si entendía sobre algo, era sobre arte y literatura. 
      -Ten cuidado con esta gente, Gabrielle. Son sumamente susceptibles -me advirtió Trent al mismo tiempo que el hombre gigante abría la puerta donde supuse que se encontraba la Mesa de Fuego.
     Dentro de la sala todos los draacars estaban sentados alrededor de una  larga mesa. Si ya me sentía enana comparado con el hombre que nos había abierto la puerta, ahora me sentía una hormiguita. ¿Por qué todos eran tan enormes?
     No obstante, lo que me heló por completo fue Evan. Él no me miró, le fui indiferente. Y ese gesto se me clavó en el corazón, rompiéndolo aún más de lo que ya lo tenía.
    -Señorita Irdania, ¿va a empezar algún día a hablar? -me preguntó con condescendencia un hombre extremadamente intimidante.
    -Algún día -dije rodando los ojos. Me aclaré la garganta y comencé a hablar-. Hemos venido esperando que nos den explicaciones por los sucesos acontecidos. Un dragón atacó MI palacio y me hirió lo suficiente como para mantenerme en el hospital durante dos días, antes de descubrir que uno de mis nuevos estudiantes es un draacar y que lo habéis mandado a espiarnos. Mi pueblo me pide respuestas y lo cierto es que yo también siento curiosidad por saber qué justificación tienen -le sonreí a aquel hombre con la mayor superioridad que pude.
    -Nosotros no hemos mandado ningún dragón. Es cierto que Evan Karian acudió al País del Papel, pero no para espiar. Fue a recuperar la reliquia que vuestro reino nos robó -me contestó aquel hombre-. Por favor, jovencita, siéntate al lado de Evan, si no te importa, por lo que he podido entender habéis tenido tiempo de entablar amistad.
    Un hombre me colocó una silla, le sonreí todo lo que pude a aquel hombre y me senté, lo más lejos posible de Evan.
    -Mi país no ha robado nada, nosotros podemos construir lo que queramos. ¿Qué necesidad tenemos de robarles nada? -le pregunté alzando una ceja.
    -No sé qué clase de mente retorcida tenéis en vuestro… país. Pero no trataré de entenderla, al fin y al cabo ha puesto a una niña al poder. Debéis de haber sido extremadamente… persistente, para que el consejo del País del Papel os pusiera al poder -me dijo con una sonrisa.
    -¿Qué insinúa? -le pregunté.
   -Que una chica guapa como tú habrá tenido que convencer a muchos hombres para llegar a donde está -me contestó con una asquerosa risa. ¿Estaba diciendo lo que estaba pensando? ¿Insinuaba que yo… que yo había utilizado mi cuerpo para…? Entrecerré los ojos asqueada. Aquello era una provocación que no iba a tolerar.
     -Gabrielle ganó su puesto superando una prueba de máxima dificultad. La Gobernadora tampoco sabe a qué reliquia os referís. Por cierto, ¿podríais darme una silla a mi también? -dijo Trent, y rápidamente le trajeron una silla que colocaron a mi lado.
     -No hace falta que hables por mí. No voy a entrar en su juego, es absurdo. El caso es, Draacar, que no hemos robado nada en mi país, y que el vuestro necesita muy buenas justificaciones para haber roto el Acuerdo Puro. Tanto el Reino del Cristal como el País del Papel, como la mitad del Reino de la Fragua me apoyará cuando diga que es necesaria una ejecución -dije alzando la barbilla. No iba a dejarme impresionar, claro que no.
    -¿Ejecución? ¿Qué ejecución? ¿La de quién? -dijo el Draacar superior reclinándose hacia delante.
      -La suya, o… -giré levemente la cabeza- la de Evan Karian. 
     Un escalofrío me recorrió la espalda y una tensión casi cortante inundó el aire mientras pronunciaba esas palabras.
    -Gabrielle, yo fui al País del Papel por orden de los draacars. Y no fui a espiar, alguien nos había robado una reliquia. Queríamos recuperarla -interrumpió de repente Evan. Su voz sonó casi rota. Sentí ganas de decirle que jamás se me ocurriría hacerle eso, que lo podía llegar a perdonar y que se viniera conmigo al País del Papel, porque yo no era así. Y además lo quería con todas mis fuerzas.
    -¿Reliquia? Todo esto es por mi nuevo collar. Un estúpido rubí, y montáis todo este… este... paripé. Dios mío, esto es completamente absurdo -dije recomponiéndome. No podía creérmelo, un simple collar había hecho que esa panda de gorilas rompieran el Acuerdo Puro de una forma tan escandalosa.
     -¿Absurdo? Señorita Irdania, no le permito que se dirija de ese modo a la historia de nuestro pueblo...

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