domingo, 29 de mayo de 2016

Capítulo 21: Tampoco es tan malo acampar... ¿no? (Trent)

Gabrielle ofreció refugio a mi pueblo con un poco más de sinceridad que a los fraguanos, a cambio de nuestra protección militar. Los cristalinos estábamos mucho más preparados para la guerra en armas y en conocimiento. La llamada de Gabrielle al acuerdo nos llevaba a juntarnos para protegerlos como en los antiguos tiempos de guerra. Ahora solo tendría que convencer a mi gente para bajar al País del Papel. No creía que fuese a haber ningún problema, eran gente comprensiva y no dudarían al primer aviso de guerra. De todas formas, debíamos mucho al pueblo de Gabrielle, todas las armas y la tecnología que nos habían regalado... Éramos un poco negados para construir cosas en general: pensarlas, vale, hacerlas, mmm… no. Pero era la guerra el problema. Había una, sí, pero ¿contra quién? Si no era contra la Fragua… no había nadie más. ¿O sí?
Gabrielle salió la primera con bastante prisa para avisar a los ciudadanos, prepararlo todo y evitar que le prendiesen fuego enfadados. El rencor Fragua-Papel era más antiguo que ellos mismos y sería difícil evitar que, al menos, se lanzasen cuchillos con la mirada. Yo salí después, tras despedirme con un “hasta pronto, compañero” de Evan, con Rukar a mi lado pero tan ausente que era como hablar con una piedra.
-¿Estás herido? -le pregunté ya en el coche, extrañado por su misteriosidad.
-Yo no -cortó.
-Bien.
Silencio. Qué raro. Se le notaba muy incómodo.
-Por la Luna, ¿seguro que estás bien?
-Sí -de repente, sonrió otra vez, normal-. ¿Está convencido de hacer esto?
-Sí, ¿no te parece una buena idea? Tenemos que juntar fuerzas contra… quien sea que nos esté atacando. Me pasó una flecha rozando la cara, me parece que no son amistosos.
-Pero no sé si a los cristalinos les parecerá tan bien moverse de sus casas en plena temporada de cosecha… Nuestras relaciones no son las mismas que en la época del Acuerdo. No todos cederán.
Suspiré mientras me frotaba los ojos, cansado.
-Intentaremos que venga el mayor número posible. Calculo que al menos tres cuartas partes de la población aceptarán. De todas formas, será temporal.
-Ya… -miró al infinito. Fuera, la lluvia mojaba la tierra naranja y las furiosas nubes presagiaban un futuro para nosotros
-Y, oiga, ¿habrá espacio para todos?
-Pues, eso espero, eso ha dicho Gabrielle. Y si no… ¿a quién no le apetece una acampada?
Nos reímos por no llorar.
-Guerra -todos los presentes en el aviso de urgencia aguantaron la respiración, los periodistas anotaron furiosamente en sus libretas, con la rápidez de Calime cuando huele comida, los cristalinos me miraron aún más fijamente, hasta las cámaras parecieron ampliar más su ojo de metal-. No, no contra los fraguanos, contra una fuerza exterior aún desconocida. Por esta razón, hemos decidido los líderes de los territorios junto con la aprobación del Consejo del Rey, trasladarnos temporalmente al País del Papel -empezaron a murmurar entre ellos y yo me atraganté con mi propia saliva. Aún no me había acostumbrado a las cámaras y la atención. Respira y, por la Luna, deja de temblar, mano derecha-, que tan amablemente nos ha ofrecido su protección territorial a cambio de la nuestra militar. Allí nos reuniremos también con los niños y niñas del Reino de la Fragua para que estén a salvo. Les ruego, os ruego, decidan apostar por su seguridad y nos acompañen.
Toda la gente empezó a murmurar entre ellos y entonces, para mi alivio, empezaron a asentir. La mayoría. A mi derecha, debajo del estrado, mi madre me miraba con los ojos abiertos fijos en mí.
-¿Alguna pregunta?
-Su Majestad, ¿dónde nos quedaremos? -levantó la mano una mujer.
-Nos alojaremos en un gran albergue vacío. No se preocupen, la Gobernadora ya me ha informado, hay espacio para todos, pero me temo que habrá que compartir. Tiene varias cocinas por cada edificio, baños en cada piso e, incluso varios huertos ecológicos.   
-¿Se quedará alguien aquí guardando nuestras tierras?
-No obligaremos a nadie a marcharse. Quien quiera quedarse, tiene el derecho a quedarse.
-¿Cuándo partiremos? -preguntó un hombre con una libreta de cachorritos.
-Ahora repartiremos unos documentos por todo el reino para dividir a la población entre los que se quedan y los que se marchan, y mañana por la mañana estaremos de camino al País del Papel.
Todos apuntaban en sus libretas y hablaban por sus tarjetas de conversación.   
-¿No hay más preguntas?
Un último hombre levantó la mano, un poco más tímidamente.   
-¿Podemos llevar a los gatos?
-Pues...yo creo que sí. ¡Seguro que la Gobernadora no tiene ningún problema con eso!
Empezó el revuelo, empezaron a asentir un poco más emocionados, sonriendo, y hablando, sí, de gatos.
-Pues si no hay más preguntas por ahora, empezaremos a prepararlo todo para partir.
“Bueno, no ha ido tan mal, no me he caído en ningún agujero”, pensé mientras bajaba del estrado. Me dirigía hacia mi casa para recoger mis cosas cuando mi madre se unió a la caminata.
-Ya no te pones tan nervioso como antes.
-Sí que lo hago, ahora sólo lo disimulo mejor.
-Ah. ¿Te acuerdas de la primera vez? Empezaste a tartamudear y te salió la risa tonta y luego tiraste el vasito de agua. Cuánto has crecido desde entonces.
-Lo único que recuerdo de esa reunión es que estaba solo. Era la primera vez y estaba solo.
Ella guardó silencio, muy incómoda. Pero por primera vez, se lo concedí, seguía ahí, no había huído. Yo necesitaba compartir mis pensamientos con alguien. Mis dudas. Y por desgracia para mi orgullo, era ella quien estaba ahí. Sólo una pequeña tregua.
-No sé qué pasa. No sé qué va a pasar. No sé si estoy haciendo lo correcto. No puedo decírselo a nadie, porque no puedo dudar. Si me ven dudar a mí, dudarán ellos. Pero no puedo con toda la carga yo solo. No quiero equivocarme. No aquí, no con mi pueblo. No...yo...y Evan… -me empezó a temblar la voz. No podía  llorar, no delante de ella. Suspiré dejando salir todas las dudas que me asaltaban. No era el momento de preguntarse “¿y si...?”
-Todo irá bien.
¿Qué? Eso me descolocó y, de alguna manera, me llegó. Efecto madre. ¿Por qué siempre elegía los momentos más difíciles para comportarse como tal?
-Yo… bueno, gracias. Me voy, lo siento.
Apreté un poco el ritmo. Llegaría a casa antes de que me sacase más sentimientos. Ella se paró e, incoherentemente con mis pensamientos, me dolió que no lo siguiera intentando. Mi comportamiento no tenía ningún sentido. Ni estaba habituado a las cámaras y los focos, ni a que alguien se preocupara por mí, siquiera un momento. A diferencia con lo primero, sí quería lo segundo, incluso viniendo de ella. Ya lejos, cuando ella empezó a marcharse también, paré y me giré.
-¿Vendrás al País del Papel con nosotros? No es seguro para ti que te quedes aquí.
-Sí -respondió ella muy sorprendida. Y luego, con voz tan cálida como chocolate caliente-: Sí, hijo.
-Bien. Partimos mañana.
Volví a mi camino bruscamente, antes de que se diese cuenta de que me había preocupado, de que no quería seguir enfadado.

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