Me
desperté lastimosamente y me desperecé con menos ganas aún. Luego
me di cuenta de lo que había pasado tres días antes. El ataque.
Seis mil personas. Sobretodo familias que habían decidido seguir con
sus vidas normalmente. Seis mil inocentes. Hombre, mujeres, niños y
niñas que no tenían la culpa de nada.
De
repente me sentí completamente despierta. Salté de la cama y me
puse vaqueros, no estaba de humor para cargar con un vestido más
grande que yo.
Miré
el reloj, eran las 10. La reunión de la Alianza empezaría en media
hora. ¿Me daría tiempo para desayunar con Felicia? La puerta de mi
habitación se abrió y por ella entró Feli con una sonrisa que no
le llegaba a los ojos y una bandeja llena de algo que estaba
recubierto de chocolate, por lo tanto, tenía que estar
buenísimo.
-¿Sabes?
Trent acaba de volver. Está... bien, bastante traumatizado y triste,
pero bien -me dijo sentándose en mi cama.
-Cuánto
me alegro, Feli. ¿Crees que Trent irá a la reunión? -le pregunté.
Cogí uno de los cucuruchos de chocolate y me lo comí rápidamente.
-Sí,
ha dicho algo así como que necesita hacer algo para tranquilizarse
-Felicia comió otro cucurucho y siguió-. Al que no veo por ningún
lado es a Evan. Su… Mmm… Amiga Eris me ha dicho que lleva desde
la noche del ataque sin querer ver a nadie. Tu y él… No tenéis
mucho sentido de la oportunidad. Cuando por fin te pide una cita, las
Cumbres de Cristal… mmm… ¡boom!
-Dios,
Felicia, eres una bestia. No puedes referirte a una catástrofe de
miles de muertos como… “boom”. Es… indignante -dije
poniendo los ojos en blanco.
-¡¿Y
cómo quieres que lo diga?! Miles de muertos es algo
insoportablemente duro. Elle, sé que lo estás pasando fatal. Y que
todo se te está echando encima. Pero yo no… Yo no puedo puedo
mantenerme tranquila, Elle, ayer me pasé el día entero atendiendo a
niños que preguntaban por sus padres, aunque ya saben que no los
volverán a ver. Y, si digo “boom”, la cosa parece... menos grave
-Felicia me miró con los ojos cristalizados por las lágrimas.
Nos
abrazamos durante unos minutos y luego nos levantamos a la vez. Me
despedí de ella y fui a la reunión que tenía programada. La sala
de reuniones había sido llenada con más sillas y más gente. Mucha
más gente. Estaban todos los consejeros del País del Papel y los de
las Cumbres de Cristal, los draacars y Trent, que parecía un poco
conmocionado.
-Siento
llegar tarde. Pero, ya podemos empezar -dije colocándome delante de
aquellas personas-. Lo primero que hemos de hacer es encontrar un
lugar más limpio e higiénico para los heridos y trasladarlos hasta
allí. En estos momentos todas y cada una de las personas que mueran…
Será como si las dejáramos morir. Nuestra prioridad es esa. Lo
siguiente es aumentar la seguridad y la protección de todo el País
del Papel, si es necesario habrá toque de queda y registros para
entrar en cualquier edificio oficial o público. La entrada al
Palacio de las Letras está vedada, solamente se abrirá una hora al
día. La reconstrucción de las Cumbres de Cristal empezará dentro
de dos días, ya se están transportando materiales. También hay
policías buscando cualquier cosa que nos sirva para identificar al o
a los causantes de tanta desgracia. No hemos encontrado rastro de
ninguna de las bombas que hicieron explotar las Cumbres.
Miré
a todos los allí reunidos con expectación. Los draacars me miraban
con la incomprensión dibujada en sus rostros.
-¿No
pensáis atacar? -me preguntó Lanker, el padre de Evan.
-¿A
quién? Estaré encantada de oír a quién hemos de atacar, mutilar y
amordazar. Y arrastrar con una cuerda atada a la pata de un dragón
-dije con la sonrisa más sarcástica y cruel que fui capaz de poner.
Me
miraron aún más sorprendidos que antes y Trent me dirijió una
mirada de advertencia. Tiré de mi pelo hacia atrás y me hundí en
la silla. No era momento de ser mala.
-Mmm…
Lo que podemos hacer es… Poner más protección en Karasta, vuestra
capital. Y… esperar que ellos intenten atacar -contesté con calma.
Sus rostros se desfiguraron y me miraron con una mueca de desagrado.
-¿Vuestro
plan es dejar… que nos ataquen? -dijo el Draacar Superior, estaba
visiblemente divertido.
-¡No!
Habrá seguridad por todas partes.
-Si
hay tanta seguridad no atacarán. Atacaron el Palacio de las Letras
de noche, en un lugar donde los guerreros escasean, pusieron bombas
en las Cumbres de Cristal cuando todo el mundo estaba ocupado
trayendo gente de la Fragua… no atacarán si ven que nos lo
esperamos -dijo Trent hablando por primera vez.
Lo
miré con desgana, odiaba que tuviera razón pero lo cierto era que
tenía sentido.
-¿Y
qué propones? -le dijo Adelaida con condescendencia.
Trent
se quedó callado. Ninguno de nosotros sabía cómo actuar. Adelaida
chasqueó la lengua y se levantó molesta de la mesa.
-Bien,
pues si nadie tiene una idea mejor, hagamos lo que ya había dicho la
Gobernadora -terminó de decir eso y se fue rápidamente.
-No
creo que vuestra consejera esté muy por la labor de escucharnos
-dijo el Draacar Superior-. Lo mejor será que pongamos mucha
protección en la Fragua.
-¿Y
eso? -dijo Trent alzando una ceja.
-Es
obvio que ahora nos atacaran a nosotros, es la única forma de
conseguir capturarlos e imponerles un castigo -contestó el Draacar
Superior.
Nos
miramos entre nosotros, si hacíamos eso… ¿No sería desproteger
al resto de países?
-No
crees… Nuestra prioridad es ayudar. No podemos atacar estando
desprotegidos. No podemos abandonar a los heridos y a las familias
desoladas para decirles qué sus vidas no son lo suficientemente
importantes… Yo no soy capaz de hacer algo así. He visto
desmoronarse a todo mi pueblo y no estoy dispuesto a darles la
espalda -dijo Trent.
Se
había puesto de pie y miraba a todas las personas de la sala con una
mirada de sinceridad absoluta.
-Estoy
con Trent, no vamos a mandar a todos nuestros recursos contra
absolutamente nada -dije poniéndome de pie también-. Solo queda
votar. ¿Quién cree que deberíamos asegurar la salud de los heridos
y los refugiados?
Aproximadamente
toda la sala levantó la mano. Los draacars levantaron poco a poco la
mano. Unanimidad.
-Bien,
pues la reunión se da por concluida.
Salí
de la sala de reuniones sin miramientos y me dirigí a mi habitación.
No pude, me había chocado contra algo rubio, muy despeinado y de
perfectos ojos verdes.
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