domingo, 12 de junio de 2016

Capítulo 25: Cuando Trent soluciona sus problemas y los míos (Gabrielle)

Me desperté lastimosamente y me desperecé con menos ganas aún. Luego me di cuenta de lo que había pasado tres días antes. El ataque. Seis mil personas. Sobretodo familias que habían decidido seguir con sus vidas normalmente. Seis mil inocentes. Hombre, mujeres, niños y niñas que no tenían la culpa de nada.
De repente me sentí completamente despierta. Salté de la cama y me puse vaqueros, no estaba de humor para cargar con un vestido más grande que yo.
Miré el reloj, eran las 10. La reunión de la Alianza empezaría en media hora. ¿Me daría tiempo para desayunar con Felicia? La puerta de mi habitación se abrió y por ella entró Feli con una sonrisa que no le llegaba a los ojos y una bandeja llena de algo que estaba recubierto  de chocolate, por lo tanto, tenía que estar buenísimo.
-¿Sabes? Trent acaba de volver. Está... bien, bastante traumatizado y triste, pero bien -me dijo sentándose en mi cama.
-Cuánto me alegro, Feli. ¿Crees que Trent irá a la reunión? -le pregunté. Cogí uno de los cucuruchos de chocolate y me lo comí rápidamente.
-Sí, ha dicho algo así como que necesita hacer algo para tranquilizarse -Felicia comió otro cucurucho y siguió-. Al que no veo por ningún lado es a Evan. Su… Mmm… Amiga Eris me ha dicho que lleva desde la noche del ataque sin querer ver a nadie. Tu y él… No tenéis mucho sentido de la oportunidad. Cuando por fin te pide una cita, las Cumbres de Cristal… mmm… ¡boom!
-Dios, Felicia, eres una bestia. No puedes referirte a una catástrofe de miles de muertos como…  “boom”. Es… indignante -dije poniendo los ojos en blanco.
-¡¿Y cómo quieres que lo diga?! Miles de muertos es algo insoportablemente duro. Elle, sé que lo estás pasando fatal. Y que todo se te está echando encima. Pero yo no… Yo no puedo puedo mantenerme tranquila, Elle, ayer me pasé el día entero atendiendo a niños que preguntaban por sus padres, aunque ya saben que no los volverán a ver. Y, si digo “boom”, la cosa parece... menos grave -Felicia me miró con los ojos cristalizados por las lágrimas.
Nos abrazamos durante unos minutos y luego nos levantamos a la vez. Me despedí de ella y fui a la reunión que tenía programada. La sala de reuniones había sido llenada con más sillas y más gente. Mucha más gente. Estaban todos los consejeros del País del Papel y los de las Cumbres de Cristal, los draacars y Trent, que parecía un poco conmocionado.
-Siento llegar tarde. Pero, ya podemos empezar -dije colocándome delante de aquellas personas-. Lo primero que hemos de hacer es encontrar un lugar más limpio e higiénico para los heridos y trasladarlos hasta allí. En estos momentos todas y cada una de las personas que mueran… Será como si las dejáramos morir. Nuestra prioridad es esa. Lo siguiente es aumentar la seguridad y la protección de todo el País del Papel, si es necesario habrá toque de queda y registros para entrar en cualquier edificio oficial o público. La entrada al Palacio de las Letras está vedada, solamente se abrirá una hora al día. La reconstrucción de las Cumbres de Cristal empezará dentro de dos días, ya se están transportando materiales. También hay policías buscando cualquier cosa que nos sirva para identificar al o a los causantes de tanta desgracia. No hemos encontrado rastro de ninguna de las bombas que hicieron explotar las Cumbres.
Miré a todos los allí reunidos con expectación. Los draacars me miraban con la incomprensión dibujada en sus rostros.
-¿No pensáis atacar? -me preguntó Lanker, el padre de Evan.
-¿A quién? Estaré encantada de oír a quién hemos de atacar, mutilar y amordazar. Y arrastrar con una cuerda atada a la pata de un dragón -dije con la sonrisa más sarcástica y cruel que fui capaz de poner.
Me miraron aún más sorprendidos que antes y Trent me dirijió una mirada de advertencia. Tiré de mi pelo hacia atrás y me hundí en la silla. No era momento de ser mala.
-Mmm… Lo que podemos hacer es… Poner más protección en Karasta, vuestra capital. Y… esperar que ellos intenten atacar -contesté con calma. Sus rostros se desfiguraron y me miraron con una mueca de desagrado.
-¿Vuestro plan es dejar… que nos ataquen? -dijo el Draacar Superior, estaba visiblemente divertido.
-¡No! Habrá seguridad por todas partes.
-Si hay tanta seguridad no atacarán. Atacaron el Palacio de las Letras de noche, en un lugar donde los guerreros escasean, pusieron bombas en las Cumbres de Cristal cuando todo el mundo estaba ocupado trayendo gente de la Fragua… no atacarán si ven que nos lo esperamos -dijo Trent hablando por primera vez.
Lo miré con desgana, odiaba que tuviera razón pero lo cierto era que tenía sentido.
-¿Y qué propones? -le dijo Adelaida con condescendencia.
Trent se quedó callado. Ninguno de nosotros sabía cómo actuar. Adelaida chasqueó la lengua y se levantó molesta de la mesa.
-Bien, pues si nadie tiene una idea mejor, hagamos lo que ya había dicho la Gobernadora -terminó de decir eso y se fue rápidamente.
-No creo que vuestra consejera esté muy por la labor de escucharnos -dijo el Draacar Superior-. Lo mejor será que pongamos mucha protección en la Fragua.
-¿Y eso? -dijo Trent alzando una ceja.
-Es obvio que ahora nos atacaran  a nosotros, es la única forma de conseguir capturarlos e imponerles un castigo -contestó el Draacar Superior.
Nos miramos entre nosotros, si hacíamos eso… ¿No sería desproteger al resto de países?
-No crees… Nuestra prioridad es ayudar. No podemos atacar estando desprotegidos. No podemos abandonar a los heridos y a las familias desoladas para decirles qué sus vidas no son lo suficientemente importantes… Yo no soy capaz de hacer algo así. He visto desmoronarse a todo mi pueblo y no estoy dispuesto a darles la espalda -dijo Trent.
Se había puesto de pie y miraba a todas las personas de la sala con una mirada de sinceridad absoluta.
-Estoy con Trent, no vamos a mandar a todos nuestros recursos contra absolutamente nada -dije poniéndome de pie también-. Solo queda votar. ¿Quién cree que deberíamos asegurar la salud de los heridos y los refugiados?
Aproximadamente toda la sala levantó la mano. Los draacars levantaron poco a poco la mano. Unanimidad.
-Bien, pues la reunión se da por concluida.
Salí de la sala de reuniones sin miramientos y me dirigí a mi habitación. No pude, me había chocado contra algo rubio, muy despeinado y de perfectos ojos verdes.

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