domingo, 19 de junio de 2016

Capítulo 27: Hablemos de algo más que del tiempo (Trent)

Miraba al exterior por la ventana del Club Social. Veía la gente pasar tranquila, cada uno en la burbuja de su vida. Empezaba a hacer más frío esos días y todos los árboles de hoja caduca habían aprendido a vivir sin sus verdes hojas. Siempre me había gustado el invierno con ese cálido frío y la nieve. Me invitaban a permanecer junto al fuego y a dormir, más de lo habitual. Aunque ya había olvidado lo que era tener un sueño completo y tranquilo, sin pesadillas, sin oscuridad. No pude evitar pensar entonces que era poco probable que pudiese volver a mi casa algún día junto a mi chimenea y mis libros, pues habían sido destruidos en la explosión. Mis recuerdos me volvieron a llevar a la puerta de mi casa, bueno, “puerta” sería demasiado decir. Todo estaba cubierto de cenizas, lo que era bastante previsible, pero no dejó de romperme un poquito el corazón. Era la casa de mi infancia, toda mi vida estaba ahí. Sólo eran cuatro paredes con un techo encima y, sin embargo, eran las cuatro paredes que me vieron nacer, crecer y, poco a poco, quedarme solo. Hasta ella me había sido arrebatada ahora.
Justo delante del portal había encontrado una carta impecable con mi nombre escrito en ella. Aún no había tenido el coraje de abrirla.
-Estás muy callado.
Miré a Evan.
-Lo entiendo -continuó-. No puedes dejar de pensar en ello, ¿verdad? No pretendo que dejes de hacerlo, es lo que la situación merece, pero recuerda que puedes hablar conmigo.
Guardé silencio. Tampoco es que supiera qué decir.
Él se encontraba sentado delante de mí, al costado también de la ventana. Su oscuro cabello rubio se encontraba descuidadamente alborotado, seguramente por el viento del exterior (y una parte de pereza de su portador). Sus chispeantes ojos verdes me observaban a juego con una sonrisa de preocupación. Él no sobresalía entre la gente del Club, parecía, como ellos, joven, brillante, despreocupado, con una buena vida por delante. Pegaba bien en esta tierra, lo hacía parecer más joven y feliz. Los habitantes del País del Papel lo influenciaban bien, eran inteligentes, curiosos, trabajadores, como él; y por no hablar de Gabrielle, que lo había convertido en una persona que se me hacía completamente diferente, pero para mejor.
-Pero... si puedes hablar… pues, mejor…
Solté una pequeña risa.
-Lo siento, es que ya no recuerdo como funciona eso de las palabras. ¿Qué tal estás? ¿Cómo están tus hermanos?
-Bien -él aceptó mi cambio de tema-. Se han adaptado muy bien al lugar. Están relativamente contentos. ¡Jasin hasta ha hecho una amiga! Y Eris y Gabrielle creo que se llevan también muy bien. Los únicos no tan conformes son mis padres, no están muy contentos con Gabrielle y su gobierno. Dicen que es demasiado joven como para siquiera llevarse a sí misma.
-Es una chica inteligente, aunque quizás a veces un poco impulsiva.
-Sí -respondió él con una mirada soñadora y un brillito en los ojos-. Sí que lo es.
-¿Te gusta mucho, verdad?
-¿Qué? ¿A mí? No, ¿yo? No, no. No puedo, es una patosa, tonta, pesada, adorable ratilla de biblioteca del País del Papel, es el enemigo.
-Ellos ya no son el enemigo -permanecimos en silencio-. Por cierto, mentiroso.
Se le empezaron a enrojecer los mofletes.
-No estoy mintiendo, Trent. ¡No me mires así! No miento, no miento.
Yo me reí y él, también riendo, me pegó un puñetazo en el hombro que casi me tiró de la silla.
-¿Sabes lo que he aprendido de todo esto? No te dejes nada por decir. Lo que sea que tengas que decir a tu gente, dilo ya.
-Pero, ¿y si... me dice que no? Ella es la Gobernadora, ya tiene bastantes preocupaciones.
-Seguramente te diga primero que no. - él me miró con ojos de cordero degollado, herido mientras me gritaba “¡Eh!” - Es verdad, ya sabes cómo es. Es orgullosa y se hará de rogar, pero le gustas, te lo prometo.
-No sé, bueno, tendría que encontrar la ocasión - yo le miré con sonrisa sabionda.
-Lo sabía.
-Cállate - y me volvió a pegar en el hombro -. ¿Y tú? ¿No vas a solucionar las cosas con tu madre? Sé que esos muros internos tuyos se están derrumbando.
Suspiré.
-No es.... lo mismo, es… difícil. Pero...lo arreglaré. Pronto.
Él me sonrió tranquilizador, entendiendo mis incomprensibles balbuceos.
Evan me preguntó si quería tomar algo y yo negué con la cabeza, aún con una sonrisilla en los labios. Él llamó a un camarero del Club y le pidió un té de frutos rojos especialmente caliente. Yo saqué la carta de mi bolsillo y la puse encima de la mesa.
-¿Qué es esto? -preguntó.
-Me lo encontré delante de mi casa, en las Cumbres.
-¿En las Cumbres? ¿Después de las bombas? Pero, ¿cómo?
-Sí. Fue puesta después del ataque, colocada perfectamente, sin una mancha. Ni siquiera me he atrevido a abrirla.
-Hombre, es cosa segura que está dirigida a ti -dijo él señalando el nombre escrito a pluma y en letras como mi pulgar de grandes en el imponente sobre blanco.
-No sé qué hacer con ella, no quiero más malas noticias -pero mientras lo decía, buscaba una manera de abrir la carta-. Abrámosla, a lo mejor es una buena nueva -aunque mi pequeña risa nerviosa me desenmascaró.
Él sacó un objeto plateado de su bolsillo y gritó: “¡Navaja multiusos!”. Y con el abrecartas, la abrió.  
-Pero, ¿qué? -susurró despacio.
-¿Qué es?
-Pues… no lo sé.
Del interior del sobre, sacó una hoja amarillenta plegada sobre sí misma, minúscula. Sin decir una palabra, la cogí. Casi no podía desplegarla con mis manazas. La estiré y la alisé. Estaba vacía, salvo por el discreto dibujo de un topo dibujado a lápiz en una de las caras. Nada más.
-Qué...original. Al menos puedes estar seguro de que sea quien sea este admirador tuyo tiene corazón de artista.
Yo solo le miré fijamente, con una ceja levantada.
-Vale… solo intentaba animarte. Últimamente, cuesta ver una sonrisa en tu boca.
Y así se me cayó otra vez la sonrisa. Continué:
-Me suena de algo, pero no sé lo que significa ni tampoco lo reconozco como el símbolo de ninguna de las familias.
-¿Y qué más podría ser? Podríamos ir en cuanto tengas un poco de tiempo a la biblioteca y lo buscamos.
-Tú sólo quieres una excusa para ir a la biblioteca.
-Bueno, eso puede ser, pero ¿a que tú tampoco vas a negarte? -me dijo con cara de provocación.
-Pues… no -respondí intentando guardar el orgullo.
-Lo sabía -puso entonces su sonrisa torcida hacia la izquierda por haber ganado una discusión, tan mejorada por todos los años con sus hermanos.
Nos volvimos a quedar en ese cómodo silencio nuestro, sin necesidad de decir nada, y sólo por unos momentos la paz volvió a mi vida. Pero todo se acaba y fue justo en ese momento cuando lo recordé
-El informe forense…¡El informe forense de mi hermano! Encontraron un dibujo igual en su bolsillo. N...no le había dado importancia, pero es imposible que en una caída desde esa altitud un dibujo en una hoja de papel permaneciese intacto en su bolsillo.
-Pero, ¿sabes lo que significa esto, no?

-Que el responsable de la masacre de la Cumbres es la misma persona que asesinó a mi hermano.

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