domingo, 18 de septiembre de 2016

Capítulo 34: Cuando una guerra pierde importancia (Gabrielle)

No iba a poder vestirme. No iba a poder vestirme yo sola. Sola. Sin Felicia, sin la única persona, de este enorme, blanco y horrible palacio,  que me quería incondicionalmente. Y yo quería a Felicia más que a nada en este mundo. Oh, dios, “quería”, en pasado. Porque una daga le había quitado… Le había quitada esa cosa que había en ella, jamás en toda mi vida… Jamás, he conocido (ni conoceré) a alguien con tanta vitalidad como Felicia. Y ahora que ya no tenía la vida que ella compartía conmigo… Había muchas posibilidades de que yo me… Muriera con ella.
-Gabrielle, tienes que ir al entierro. Felicia querría que fueras -dijo Evan desde fuera de la puerta de mi habitación.
-Evan, puedes pasar -dije. Él entró despacio y yo lo observé desde mi cama, debía de tener los labios cortados y los ojos rojos de haber llorado la noche anterior-. Con respecto a lo de que a Felicia le gustara o no que yo fuera a su funeral… Estoy segura de que preferiría que no hubiera ningún entierro.
Evan me miró sorprendido y con pena. Como otra persona más me dirigiera una mirada de lástima era capaz de morirme yo también.
-Oh, Elle, lo siento tanto. Felicia era una persona increíble. Y era tu mejor amiga, yo no sé qué haría si le pasara algo a Trent. Lo siento muchísimo, no te merecías esto. Ni tu, ni ella. Y mucho menos ahora -dijo él sentándose en mi cama.
Yo seguía dentro de la cama. Lo miré con desgana y aparté suavemente las sábanas. Me lancé a sus brazos y escondí la cabeza en el hueco entre su hombro y su cuello.
-Gracias por quedarte ayer -le susurré al oído. Casi sin querer, las lágrimas volvieron a salir de mis ojos y empecé a sollozar desconsoladamente. Los brazos de Evan me atraían hacia él y me apretaban con fuerza. Evan estaba sosteniendo todo mi peso para que no me cayera.
-Elle, era lo menos qué podía hacer -solté el nudo de mis brazos alrededor de su cuello pero él intensificó la fuerza con la que agarraba mi cintura. Volví a abrazarme a él. Ciertamente, yo tampoco estaba lista para soltarme-. Sé que esto es muy duro para ti, pero has de asistir al entierro. Era tu mejor amiga y todo el mundo espera que vayas y digas que esto solo servirá para ser más… Severa con ellos.
-Evan, yo ya sé que eres un chico listo. Pero que vengas aquí a decirme la estrategia de guerra que todo el consejo y los draacars han decidido… No es muy inteligente.
Los consejeros llevaban toda la mañana intentando convencerme de transformar la muerte de Feli en un arma contra los subterráneos, en una venganza. Yo me había negado por completo y les había prohibido la entrada a mi habitación hasta nuevo aviso.
-Tienes razón, lo siento. Es una estupidez. Deberían de dejar que lloraras su muerte tranquila. Yo he tratado de convencerlos pero mi padre se ha puesto muy serio y me ha dicho que, como no te lo dijera, me desheredaba. Aunque sé que mi madre no le dejaría, y que en el fondo me quiere, me he muerto de miedo y  te lo he dicho. Perdona.
Solté un suspiro de diversión y me acerqué más a él, hasta estar completamente sentada en sus piernas. El contacto de Evan era tranquilizante.
-No seas bobo, Evan. No es tu culpa, solo tratan de manejarme. Como siempre. Bueno, me preocupa más el hecho de saber que tu padre jamás me querrá. En el fondo es hasta divertido el odio que me tiene -me reí de forma burlona en el cuello de Evan y él se tensó levemente.
-Con que yo te quiera es suficiente  -dijo Evan. Automáticamente se alejó un poco de mí y me miró con algo de temor en los ojos.
-Sí, con eso es suficiente -dije volviendo a abrazarlo. No estaba lista para esa conversación. Evan era de todo menos oportuno.
No sé cuánto tiempo seguí abrazada al cuello de Evan, el caso es que la noche anterior había sido increíblemente difícil dormir y ahora tenía un sueño impresionante. El pecho de Evan resultó mucho más cómodo de lo que me había resultado mi cama y me dormí profundamente hasta que el sonido de la puerta abriéndose me despertó.
-Ups, no quería interrumpiros, pero lleváis dos horas aquí dentro y todo el mundo está bastante preocupado -Eris había entrado en mi habitación y ahora se encontraba mirándonos desde la puerta con la incomodidad escrita en la cara. Fue entonces cuando me fijé en que Evan y yo estábamos tumbados en mi cama y fuertemente abrazados.
Eris nos seguía mirando con malestar. Noté cómo Evan empezó a separarse de mí y yo lo abracé de vuelta a la cama.
-No te vayas-dije todavía aferrándome a él.
Evan me miró y volvió a abrazarme. Escondí la cabeza en su pecho y me olvidé de todo lo demás. Excepto de Feli, de ella probablemente no podría olvidarme nunca.
-Eris, ¿puedes escoger un vestido para Elle? Yo no sé qué ha de ponerse una Gobernadora para un funeral. Yo… Nosotros iremos ahora. Diles a los draacars que el entierro de Felicia no se utilizará para la guerra -dijo Evan sin separarse de mí.
-¿Vas  a vestirla tu? -dijo Eris alzando una ceja.
-Mm, yo… No. Ayúdala tú. Tienes razón. Yo os esperaré fuera -dijo Evan apartándose suavemente-. Elle, nos vemos ahora, ¿vale?
-No soy una niña pequeña, Evan. Puedo vestirme yo sola. Simplemente no me pondré uno de esos terriblemente complicados vestidos que le gustaban tanto a Feli. Tú te quedas aquí. Yo me cambio detrás del biombo y Eris le dice a los draacars que se metan sus ideas por donde les quepan. ¿Vale? -dije agarrando a Evan de las mejillas.
-Vale. Eris, ¿la has oído? -dijo Evan sonriendo levemente.
-Sí, la he oído. Elle, antes de irme, he de decirte que siento muchísimo lo de Feli. Era una chica impresionante y merecía ser tan feliz como ella se lo hacía a los demás. Yo estoy aquí para ti. Y sé perfectamente que Evan también -Eris me dio un abrazo rápido y le dio una mirada llena de cariño a Evan.
-Gracias, Eris. Felicia te tenía mucho cariño, estoy segura de que ella lamenta mucho haberse… Ido sin poder entablar una gran amistad contigo -dije sin separarme de Evan. Eris me miró con confusión en la mirada y luego se fue con tanta rapidez como había entrado-. No quiero levantarme de la cama, nunca más.
Evan se rio levemente en mi oído y luego me arrastró fuera de la cama. Ahora en el vestidor de mi habitación yo tenía la espalda apoyada en el pecho de Evan dejando que él nos sostuviera a los dos. Durante un segundo me planteé la razón de mi confianza. Al fin y al cabo, ¿Evan no me había traicionado? ¿No me había ocultado que era un draacar? Y sin embargo, ¿por qué se sentía tan correcta su cercanía?
-Siento decírtelo, pero no tengo ni la más remota idea de vestidos -dijo Evan contra mi cuello.
-Oh, no te preocupes, yo tampoco. Siempre era Feli la que me decía qué ponerme. En realidad esa era la única obligación que cumplía a la perfección. Le encantaba la ropa, ella odiaba la idea de ser Gobernadora, pero estoy segura de que lo habría sido solo para poder ponerse todos mis vestidos -dije casi sin querer. Una oleada de tristeza me invadió y las lágrimas volvieron a salir-. Solo… Cojamos un vestido negro y… Salgamos.
Mi voz sonó rota, Evan lo notó y me acercó a él.
-Hey, no pasa nada. Está bien. ¿Te gusta ese? -dijo señalando un vestido de encaje negro. Era largo y llegaba hasta el cuello, no tenía mangas y se iba volviendo más y más oscuro según la falda caía, como un degradado.
-Si, ese está bien -me separé de Evan y cogí el vestido. Me metí detrás del biombo y me cambié a todo prisa. Lo cual fue extremadamente difícil. El vestido tenía una falda muy ancha y muchas capas de tela, me intenté abrochar todos los botones de la espalda pero solo conseguí llegar hasta la mitad. Salí de detrás del biombo y me giré dándole la espalda a Evan, sin necesidad de decir nada él abrochó el resto de los botones. El vestido me quedaba bonito, sin embargo, el negro resaltaba aún más el color de mi pelo y las sombras de debajo de mis ojos.
-Tengo que maquillarme, no puedo salir así.
Me volví a separar de Evan y me senté en el tocador, me eché corrector, máscara de pestañas y cacao para los labios. Normalmente me echaba más maquillaje pero ahora las manos me temblaban ligeramente y no me veía capaz de mucho más. El pelo fue más difícil, me limité a recoger la mitad de mi pelo en un moño y el resto lo dejé suelto. En todo este proceso Evan se había sentado en el suelo con las piernas cruzadas y miraba con interés todos mis movimientos.
-Ya estoy lista, podemos salir -dije levantándome del tocador. Después de vestirme y prepararme me sentía lo suficientemente preparada como para enfrentarme a mis consejeros. En un acto reflejo me agarré del brazo de Evan y el me dirigió una media sonrisa de consuelo que fui incapaz de devolver.
Los pasillos del Palacio de las Letras estaban desiertos, todo el mundo se había reunido en los jardines. No había un solo alumno en toda la escuela que no hubiera necesitado a Felicia en algún momento. Si te sentías mal Felicia iba, te regalaba una sonrisa y de alguna forma te decía algo que te alegraba el día. Era amiga de todo el mundo y nunca jamás diría algo hiriente. Parecía que Felicia amaba a todos los seres del mundo y todos los seres del mundo la amaban a ella. Y ahora todos la seguiríamos amando pero ella a nosotros no. Y menos a mí. Porque estaba en mi puerta y yo no pude ayudarla cuando ella me necesitaba.
-¡Gobernadora! Gabrielle, querida, llevas toda la mañana desaparecida. Yo lo entiendo, de veras, pero es tu deber como líder hacerle ver a los demás que cosas como estas no te afectan. ¡Y encerrarte en tu habitación con un draacar va a dar una imagen equivocada! Ya todos los medios saben que tuviste una cita con él. ¡Por Dios, niña, tú quieres matarme! -Evan y yo acabábamos de atravesar la puerta que daba a los jardines de palacio y Adelaida nos había abordado en cuanto salimos. Todos los consejeros y los Draacars se encontraban allí, Trent nos miró a Evan y a mí con una expresión de tristeza en la cara, la muerte de Felicia no me afectaba solo a mí-. ¡Y encima venís agarrados! Gabrielle, un día de estos me matarás.
-Tu consejera tiene parte de razón, Gobernadora. Y tú, Evan, ve con tus padres ahora mismo. El entierro va a empezar y todavía has de dar el discurso de guerra -dijo el Draacar Superior agarrando el brazo de Evan y alejándolo de mí.
Automáticamente Evan se zafó de él y me atrajo hacía él de nuevo.
-Adelaida, Evan se va a sentar conmigo durante el entierro. Al lado de mi familia pondrás a la madre de Evan y a sus hermanos, excepto a Eris. Ella se sienta a mi lado. Junto a mi hermano y a la madre Felicia. Trent también se pondrá con nosotros en primera fila. No voy a dar ningún discurso de guerra, eso que quede claro. Felicia era la persona más importante de mi vida y merece mucho más que ser un estúpido juego de guerra. Ahora si me perdonáis he de ir a sentarme -solté todo esto de un tirón. La mano de Evan apretó la mía y juntos fuimos hasta la primera fila. Me senté con tanta dignidad como pude y apoyé la cabeza en el hombro de Evan que rodeó mi cintura en el acto.
-He de decir, que hasta yo me he asustado un poquito. La mirada que les has enviado… Uff, yo habría salido corriendo -dijo Evan con un deje de diversión en la voz.
De repente alguien tiró de mí y me vi envuelta en los brazos de mi madre, que me susurraba un montón de cosas completamente incomprensibles.
-Cariño, mi vida, no sabes cuánto lo siento. Sabes que Felicia siempre fue como una hija para mí. Y… Oh, mi vida. Lo siento tanto… Con todo lo que está pasando, tu padre y yo deberíamos ir contigo al palacio y estar contigo. No sabes cuánto lo siento -mi madre dijo todo aquello de sopetón y volvió a abrazarme contra ella.
-Mamá, está bien. No pasa nada. No es vuestra culpa. Para Felicia vosotros erais como sus propios padres y yo estoy bien. Quiero muchísimo a Felicia, pero sé que si me desespero por su muerte un montón de gente sufriría las consecuencias y ella no me lo perdonaría. No hace falta que os mudéis aquí. Me alegra que hayáis venido. Pero teneis una vida fuera de aquí y un trabajo y, además, el palacio no es un buen lugar para criar a un niño -mi madre me miró con el orgullo pintado en el rostro y aquello hizo el día un poco menos horrible.
-Sabía que dirías eso, Elle. Siempre has sido una niña dura -dijo mi madre soltándome.
Si ella supiera que me había pasado la mañana lloriqueando en los brazos de Evan se moriría de vergüenza. Probablemente tanto como yo al recordarlo. Esa situación no volvería a pasar. Casi me puse roja al pensar en mi comportamiento tan infantil.
-Elle, hija, tienes toda la razón. Felicia querría que vinieras vestida de colorines y montaras una gran fiesta con fuegos artificiales en su honor. Y a lo mejor que pusieras algún guardia especialmente atractivo para que vigilara su tumba veinticuatro horas al día -dijo mi padre dándome un abrazo-. Te hemos echado mucho de menos. Estás siendo muy valiente para afrontar todo esto y estamos muy orgullosos de ti.
De repente vi a mi hermano pequeño. Ashton acababa de cumplir 12 años y ya era tan alto como yo. Me dirigió una leve sonrisa y nos abrazamos fuertemente.
-Del 1 al 10, ¿Cuántas ganas tienes de volver a tu habitación y quedarte allí para siempre? -dijo susurrando en mi oído. Ashton era el único que no iba a tragarse el rollo de la chica fuerte.
-Veinte. Pero en estos momentos importa más bien poco, ¿no crees? -le susurré de vuelta. Probablemente Ashton fuera la persona a la que más quería del mundo. Felicia era mi mejor amiga, y mis padres eran mis padres, pero Ashton era la persona más inteligente y cuerda que había conocido jamás. Él sería mucho mejor Gobernador que yo.
Me aparte de Ashton y volví a mirar a mis padres. Ellos, sin embargo, miraban con recelo a Evan.
-Así que le has perdonado su traición -dijo mi madre apretando los labios. Mecánicamente di unos pasos hacía atrás y apoyé mi espalda en el pecho de Evan.
-No me traiciono. Estaba cumpliendo las órdenes de sus superiores. Yo también cometí muchos errores al principio de mi mandato. Es comprensible -dije con cuidado. Necesitaba a mis padres de mi parte.
-Ya, pero tú no te infiltraste en la Fragua y te ganaste la confianza de su líder para luego largarte y dejar un país en manos de un líder despechado -dijo mi padre  con un resoplido. Aquello era demasiado.
-Papá, mamá, yo os quiero. Pero Evan lleva desde las 9 de la mañana tratando de consolarme y siempre que he necesitado su apoyo o su presencia ha estado allí, aunque haya tenido que enfrentarse a su líder o incluso a su padre. Además, y más importante si cabe, es mi decisión con quién comparto mi tiempo, no vuestra -les dirigí una mirada de aviso a mis pares y ellos parecieron relajarse lentamente.
-Hija, nosotros solo nos preocupamos por ti. No vamos a decirte que te alejes de Evan o algo así. Solo te pedimos que seas responsable, te queremos y queremos lo mejor para ti. Si Evan es lo mejor, entonces nos parece bien -dijo mi madre acariciándome el brazo. ¡Por Dios! Evan y yo ni siquiera nos habíamos besado y ya nos habíamos enfrentado a su padre y a los míos. Mi madre y mi padre se sentaron en la fila de atrás a la nuestra, donde se encontraba la madre de Evan y sus hermanos.
-Mira, tío, como le pongas un dedo encima más a mi hermana te prometo que me pongo en medio de los dos -dijo Ashton en un tono de amenaza. Evan apartó la mano con la que tenía agarrada mi cadera y se sentó en su sitio.
-PUF, y tú no los viste esta mañana. Todo abrazaditos en la cama como si estuvieran pegados con pegamento -dijo Eris que acababa de sentarse al lado de Evan-. Soy Eris, la hermana del chico rubio que no quiere apartarse de tu hermana. ¿Y tú?
-Ashton, el hermano de la chica que se desmayará como tu hermano no la abrace. Un placer -dijo Ashton como si no estuviéramos en un funeral. Aquello me devolvió a la realidad. Un funeral. El funeral de Felicia, la persona con el nombre que mejor definía su carácter de la tierra.
Agarré la mano de Evan con fuerza y volví a apoyarme en su hombro. Todo el mundo debió notar mi semblante serio y se callaron casi instantáneamente.
Una música demasiado triste empezó a sonar y automáticamente pensé que Felicia preferiría que pusieran música del grupo de chicos de los que se había enamorado hacía unos meses y había llenado las paredes de su habitación con sus fotos. Ella querría que le hubieran puesto más maquillaje del que llevaba su cadáver. Por qué me niego a pensar que esa chica pálida y seria sea mi Felicia. Ella hubiera escogido un vestido azul veraniego y no ese vestido rosa tan horrible que le habían puesto. Felicia se hubiera tirado de los pelos y habría exigido chocolate en vez de todas esas flores de plástico que no significaban absolutamente nada. Se habría reído de todos nosotros y nos hubiera echado la bronca por estar tan tristes y dramáticos en vez de estar vistiéndonos para alguna fiesta. Ella habría querido que Trent se levantara y le diera un beso que la despertara porque, a pesar de que creo que (como yo) Felicia sabía que Trent no era capaz de verla de esa forma, ella aún creía en los finales felices. Pero en el fondo daba un poco igual lo que Felicia hubiera querido, porque este no era el funeral de Felicia, era un funeral para todas las personas que estábamos sentadas viendo cómo la enterraban, y es que todo el mundo sabe que los funerales son para los vivos.


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