Serían
las once de la mañana cuando noté dos golpes en la barriga tan
fuertes que me hicieron sacar todo el aire de mi pulmones.
Me
alcé con los ojos de un loco y el corazón a punto de estallarme
dentro de las costillas por culpa del susto. Miré a mi alrededor
frenéticamente hasta que encontré dos pequeños cuerpecitos encima
de mi barriga. Dos risas agudas y alegres salían de ellos y supe al
instante quiénes eran.
Mis
hermanos pequeños, Yuna y Naim, se reían de su jugarreta. Decidí
devolvérsela haciendo de monstruo que les quería comer a
cosquillas. Mientras ellos se revolvían intentando deshacerse de mis
manos, Eris apareció por la puerta de mi habitación, jadeando.
-¡Ya
sabía yo que estaríais aquí! -les dijo a los mellizos y a
continuación se dirigió a mí-. Les he estado persiguiendo por todo
el Palacio de las Letras. Son increíblemente escurridizos y el
tamaño de esto no ayuda nada. Creo que me he perdido unas tres veces
o así.
Eris
se sentó a mi lado cuando ya tenía bajo control a los dos pequeños
monstruitos, cada uno atrapado en un brazo.
-Evan
-empezó a decirme Eris-, ¿te gustaría venir a comer con nosotros
esta tarde?
Me
quedé mirándola unos segundos y empecé a fingir que estaba
pensando solo para tomarle el pelo un poco.
-Mmm…
Pues… ¿Esta tarde? -le pregunté y ella asintió.
-¡Vente,
porfa! -de repente dijo Yuna desde debajo de mi brazo derecho.
-¡Eso!
¡Vente! -repitió Naim desde mi izquierda.
-Venga,
vente -volvió a repetir Eris poniendo voz aguda-. Porfaaa.
Empezó
a alargar la última letra y mis hermanos pequeños se unieron para
formar una especie de cántico diciendo solo la “a”. Esperé
hasta que a alguno le faltara el aire pero simplemente paraban un
momento y volvían al ataque.
-Vale,
vale -me rendí, levantando los brazos y liberando a los mellizos-.
Iré.
Con
un grito de alegría Yuna y Naim se lanzaron hacia mí y poco después
les siguió Eris. Me tumbaron el la cama y me aplastaron. Otra vez.
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Entré
en la casa donde había alojado a mis hermanos, mis padres habían
venido también pero estaban todo el rato con reuniones. Justo como
en casa. Me dio la impresión de que fuese una única habitación
pero en realidad era una sala bastante grande en la cual estaba la
cocina, el comedor y el salón todo junto sin paredes que las
separasen. Después al lado de una pantalla, que estaba delante de
unos sofás, había una puerta que dirigía a un pasillo con las
diferentes habitaciones para mis hermanos.
Mi
hermano de ocho años, Tarin, estaba junto a los fogones cociendo
algo en una olla con la supervisión de Jasin y la mirada hambrienta
de los mellizos a los que cogía cada uno de una mano.
-¿Adivinad
quién está aquí? -gritó Eris desde la puerta.
Mis
hermanos giraron la cabeza a la vez y se lanzaron hacia mí, dejando
la comida sin vigilancia. Tuve que soltar a los mellizos para agarrar
a Tarin y a Jasin y, una vez sueltos, se fueron directamente a por la
comida.
-Me
alegra mucho volver a veros -les dije a mis dos hermanos medianos
mientras les abrazaba muy fuerte.
-¡Ey,
vosotros! -exclamó de repente Eris y los mellizos giraron al mismo
tiempo sus cabezas mostrando sus bocas manchadas de la salsa roja de
los trikles
que
se estaban haciendo. Los trikles
estaban
hechos de una pasta de trigo fina a la que podías dar la forma que
quisieran. En este caso eran alargados.
Mi
hermana fue hacia ellos, los cogió en volandas y los sacó de la
cocina.
-Esperad
a que todos nos sentemos en la mesa, bichillos -les regañó Eris con
voz dulce.
-¿Habéis
preparado trikles
para
comer? -les pregunté a Jasin y Tarin.
-Sabemos
que es tu comida favorita -me respondió Tarin mientras Jasin
asentía.
-¡Muchas
gracias! -dije mientras les volvía a abrazar y después les dejaba
libres.
Nos
pusimos todos alrededor de la mesa, en la cual ya estaban puestos los
platos y los cubiertos, y nos empezamos a servir sin contemplaciones.
Supe al instante que todos teníamos hambre.
-¿Sabéis
qué? -comentó Jasin después de tragarse una buena cantidad de
comida-. La comida la ha preparado Tarin y ha sido la primera vez que
cocina. ¿Os está gustando?
Todos
empezamos a alabar la comida y Tarin, a la vez que daba las gracias,
se ponía rojo.
Una
vez terminamos de comer cada uno nuestro respectivo plato de trikles,
nuestro cocinero del día se levantó de la mesa y nos trajo el
postre. En un gran plato blanco de forma ovalada estaban repartidas
distintos tipos de frutas, cortadas y distrubuidas de una manera muy
ordenada y apetitosa. Nos repartió, además, un plato blanco pequeño
a cada uno para que nos sirviéramos.
-...Entonces
Iria le dijo que me dejara de molestar, que si no se podía meter en
los asuntos de otras personas -Jasin nos estaba contando cómo
conoció a su nueva amiga del País del Papel mientras todos comíamos
zampabamos lo poco que quedaba de fruta en el plato grande-, el chico
murmuró algo que no me acuerdo y lueg…
De
repente esa pantalla que había en frente de los sofás se encendió
mostrándonos un fondo de líneas grises y negras con un sonido
electrónico muy molesto. Después de un rato el sonido cesó y el
fondo grisáceo desapareció para dar paso el dibujo de un topo. Lo
reconocí al instante: el dibujo que había en la carta que le
dejaron a Trent. Me puse en tensión y se me pasó por la cabeza
mandar a mis hermanos a sus habitaciones pero conociéndolos se
enterarían igualmente así que no dije nada. Mi silla estaba de
espaldas a la pantalla por tanto me tuve que girar para verla, mi
mano derecha agarró el respaldo y lo apretó muy fuerte cuando una
voz grave inundó la casa:
“Buenos
días queridos ciudadanos del papel, cristalinos y fraguanos:
A
nadie se le han pasado por alto los acontecimientos que han tenido
lugar las últimas semanas. Sabemos de vuestro dolor y vuestras
pérdidas pero, tranquilos, de lo que os queremos informar es de la
razón de estas acciones.
Hace
cien años, nuestros antecesores pusieron fin a una guerra entre
nuestras naciones que había durado generaciones y, para que no
volviera a ocurrir tal guerra, firmaron un acuerdo por el cual ningún
ciudadano debía abandonar su país natal y el que lo hiciera sería
ejecutado por traición a dicho acuerdo. Un acuerdo que firmaba el
comienzo de la destrucción de nuestras patrias y que fue firmado por
los representantes de cada nación: Emir del Reino de las Cumbres de
Cristal, Asnur, gobernante del País del Papel y Morch, Draacar
Superior del Reino de la Fragua. Desde ese momento este acuerdo sería
por todos conocido como el Acuerdo Puro. Pero este supuesto pacto de
paz no ha provocado sino la corrupción de nuestras patrias y el
hermetismo de nuestros gobiernos. ¿A nadie le extraña que el País
del Papel esté gobernado por una niña? ¿O esa extraña relación
que existe entre algunos jóvenes draacars con nuestros gobernantes?
¿Por qué ellos no han sido ejecutados? Tenemos derecho a una
respuesta, a un cambio de rumbo porque esto, amigos, se llama
corrupción. Por eso estamos en contra del Acuerdo Puro que firmaron
nuestros gobiernos infames y nos hemos visto obligados a llevar a
cabo acciones contra ellos y sus súbditos. Todo aquel que les apoye,
todo aquel que traicione nuestras patrias y sus valores, pasará por
lo mismo que ya ha pasado el resto de impuros. ¡Sí! ¡Impuros! Nos
hemos visto obligados a llevar a cabo acciones de gran magnitud, pero
todo este sacrificio, nuestro sacrificio y el vuestro, es para un
bien mayor. ¡Juntos podríamos reconstruir nuestras naciones,
alcanzando una paz real entre nosotros! Una paz sin dobles varas de
medir, sin negocios entre los gobiernos. ¡Juntos podríamos hacer
cosas magníficas!
¡Juntos,
reconstruiremos nuestras naciones! ¡Juntos ya no habrá más
mentiras! ¡Juntos crearemos la estabilidad social que necesitamos!
Estamos
entre vosotros, somos vosotros. ¡Unámonos en esta lucha contra los
gobiernos corruptos! Solo nosotros podemos acabar con ellos. ¡NOSOTROS,
LOS SUBTERRÁNEOS!”